Ni placeres culpables ni gaitas: cualquier oído exento de tabús habrá encontrado en este álbum un gustirrinín algo más que legítimo, y hasta los oídos más jóvenes pueden sorprenderse, muchas décadas después, en el caso de que afronten una primera escucha. Que se ponga a girar un ejemplar razonablemente bien conservado de The lexicon of love otra vez en el plato (permitíos esta vez la golosina del vinilo) y que fluya la sorpresa de su vigorosa eclosión rítmica y festiva. Porque el álbum incluye diez temas y casi la mitad gozó de difusión estelar en formato de single, pero idénticos honores podrían haber recibido casi todos los demás.

 

La confluencia entre Martin Fry (un tipo de Sheffield que soñaba con ser como Bryan Ferry) y el productor Trevor Horn (que venía del zambombazo de Buggles y el fiasco de su efímera estancia en Yes, en los tiempos de un disco de título significativo: Drama) resultó espectacular. Los nuevos románticos se retrataron en esta maravilla despendolada de synth pop con cuerdas y metales: un irresistible artefacto para el baile y la sensualidad, una apoteosis de elegancia con pachulí.

 

¿Cómo negarle el pan y la sal a Tears are not enough, por ejemplo? ¿Y a Poison arrow? ¿O a la popularísima The look of loveHoy este trabajo puede resultar lejano en el tiempo –y en la memoria, sí–, pero rabiosamente entretenido y encantador. Y permite divertirnos cuando pensamos en el álbum que lo sucedió, Beauty stab (1983), a menudo considerado ejemplo canónico de “grupo que triunfa con su debut pero se pega el trastazo del siglo con el segundo disco”. Postdata: no estaba tan mal.

 

Ah, tampoco lo está, en absoluto, el inesperado The lexicon of love II, con el que ABC resucitó por sorpresa allá por 2016, cuando ya casi ni nos acordábamos de ellos. Pero este debut primigenio es mucho más que carne de las innumerables recopilaciones a precio económico que glosan la burbujeante década de los ochenta. Tiene entidad, solvencia, genio, vigencia. Eran nuevos románticos, pero un disco tan sólido trasciende hoy mucho más allá del colectivo de viejos nostálgicos.

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