Es, debería ser motivo de orgullo contar con un músico como Alberto Anaut y una banda como Anaut en nuestra cantera peninsular. No es retórica: Alberto acabó emigrando a tierras holandesas y bien pudimos tener que conformarnos con su talento (talentazo) desde la distancia, así que da gusto disfrutar de un disco tan sólido a sabiendas de que ha sido manufacturado y pulido aquí, en casa. Sobre todo porque este “Hello there”, tercera entrega de la banda, es con mucho la más avanzada y madura. La mejor. De largo. “140” fue, allá por 2013, el debut solvente de un chaval que había escuchado mucho soul y soñaba con parecerse siquiera un poquito a Otis Reding. “Time goes on” tardó tres años en sucederlo y era algo disperso: continuista pero inseguro de sus propias posibilidades, correcto pero poco memorable. Con “Hello there” llega el estirón, el golpe en la mesa, seguramente porque las guitarras han subido de volumen y el referente ya no es tanto la escuela de Stax como, pongamos por caso, Ben Harper. O incluso el primer Lenny Kravitz, aquel que al principio nos entusiasmaba. Estas nueve canciones inspiran orgullo, confianza, músculo: la fiereza de unos tipos tiernos. El sonido se afianza, los altavoces se estremecen con “The difference” o “Liar”: canciones de una pieza para que tiemblen los tabiques y el vecino antipático nos obsequie con sus impertinentes golpecitos en la pared. La originalidad de estos cuatro tipos sagaces se traslada incluso a la temática; sí, “I will see you again” es un buen argumentario amoroso, pero “Drifting” aborda el insomnio, “You better run” arremete contra la mediocridad de la clase política y “This train”, de lo mejor del álbum, toma un espiritual de los años 20. Hilan fino Anaut y, esta vez sí, van al grano. Ganas de que lo corroboren sobre las tablas.