A Chico Pérez le asisten infinidad de horas y muchos de sus 27 años sentado frente a las teclas del piano, pero el principal de sus activos no es la destreza, la sapiencia o el virtuosismo, sino la intuición. Este joven torbellino jiennense podría abrumarnos con escalas y caracoleos para el asombro del oyente circunstancial, pero lo que aquí se destila es el resultado de mucha música oída, mamada y procesada sin apriorismos ni fríos cálculos mercadotécnicos. Habrá quien encuentre Continente 27 poco flamenco para un andaluz genuino, habrá quien lo tome por poco jazzístico para un muchacho que se permitió la osadía de homenajear al estadounidense Dave Grusin con el título de su primer elepé, Gruserías (2019). Y en esa aparente indefinición radica la gracia, la singularidad. El genio en primera persona.

Pérez es talento porque le guía, ante todo, el instinto. Ha aprendido con madurez inusitada que no necesita abrumarnos a semifusas para erizar el vello. Solo le falta cantar, pero sus acompañantes, en ese capítulo, también son irreprochables: Sandra Carrasco, Arcángel, Rosario la Tremendita y Manuel Lombo, agraciado con ese premio gordo, Callejón del agua, que es la pieza más fina, primorosa y delicada de la colección. El mejor ejemplo de esa filosofía del menos es más: un motivo elemental, casi minúsculo, que va creciendo y elevándose bajo el abrigo de las cuerdas.

El alcance intergeneracional lo representa bien ese mano a mano con otro virtuoso que no quiere serlo, el armonicista Antonio Serrano, para Anhelo del tiempo. Chico lo escribe todo, lo mima sin aspavientos; le deja aire al silencio y espacio a los melismas. Puede que el pasaje inaugural de La vida al son le haya quedado más pachanguero que entregado a la causa cubana, pero es una objeción menor, un arrebato sin más alcance. Porque Continente 27, siendo un gran disco, deja una sensación todavía más alentadora: lo de este pianista vivaracho de Jaén no ha hecho más que empezar. Ya pueden andar Chano Domínguez o Dorantes preparándose para afrontar una dura (y feliz) competencia.