¿Un disco titulado Tragedia española para este 2020? Lucas de la Iglesia, al que hasta ahora identificábamos como el guitarrista de Axolotes Mexicanos, jura y perjura que el título estaba elegido desde el año pasado. Y que no quiere que le tomen por gafe a pesar de que el primer tema de su primer elepé avise: “Todo muere, todo muere, epidemia universal”.
Literalmente.
Hay que cogerle el punto al universo de este veinteañero –cumplirá 26 en mayo–, porque en su apariencia grotesca, autoparódica y un punto egocéntrica subyace, ante todo, esa sensibilidad que solo la melancolía puede transmitir con todas las consecuencias. Por eso Todo muere, tema inaugural, acompaña con un piano teñido de desánimo frases como “Tendré cáncer, sida y depresión” o “Todo es póstumo en esta generación”. No hay mucho margen a la duda si reparamos en otros cortes como Triste de verdad –que parece una balada demodé al estilo de los años cincuenta– o Ansiedad (Has vuelto a mí).
Frente a la fiesta desaforada de sus Axolotes Mexicanos, De la Iglesia es un tipo que se devana los sesos. Y eso puede implicar ciertas dosis de sufrimiento, pero siempre es de agradecer.
El sustrato punk, milenial, rebelde puede aflorar en los detalles, en algún ramalazo de actitud. En la misma duración de este debut, cuyos nueve cortes ni siquiera alcanzan para cubrir la media hora. Las guitarras se vuelven garageras en Muchísimo, que también incluye una buena dosis de retranca. El ingenio es consustancial a este chavalín de cara tristona, pero muy capacitado para coquetear con el tontipop (o tontirock) en Dale una oportunidad al amor y sencillamente sembrado en Todas las guillotinas van al cielo, el lanzamiento más cercano aquí al centro de la diana.