Finneas O’Connell es el hermano mayor, productor, coautor y casi mentor de su hermana, la ilustrísima Billie Eilish, pero no perdamos la perspectiva: la firmante de Bad guy es tan escandalosamente joven que el protagonista de estas líneas, aun sacándole casi cinco años, es solo un pipiolo de 24 primaveras. Ante la multiplicidad de talentos y virtudes era solo cuestión de tiempo que Finneas también ejerciera como artista en solitario, circunstancia que ya propició justo antes de la pandemia un EP para un sello independiente. Ahora, bajo el paraguas de la misma multinacional que brinda cobijo a su hermana, este Optimist retrata a un autor minucioso, versátil, sentimental y sobradísimo de talento, aunque su empeño por mostrar todas las ramificaciones de su sabiduría convierten a ratos el álbum más en un catálogo de habilidades que en una obra coherente.
Cosas del ímpetu juvenil, sin duda. O’Connell pertenece a una familia de artistas, desde la pubertad desarrolló ya una importante carrera como actor juvenil, terminó apareciendo con un papel destacado en Glee y el arrollador éxito de Billie se tradujo en seis Grammys para la alianza fraternal. A la hora de firmar por su cuenta, sin embargo, Finneas se esfuerza en buscar un espacio propio y muy diferenciado del de Eilish. Aquí no hay tanto tormento sombrío ni un coqueteo estelar con la electrónica, sino mucho pop de autor con amplias miras y largo recorrido, casi a la manera de un Ed Sheeran para la Costa Oeste. La ingeniosa A concert six months from now abre el menú con su visión pospandémica de la música… y del amor, para recalar en una pegadiza The kids are all dying a la que Robbie Williams con gusto habría concedido todos los honores en un álbum de regreso. Por no hablar de Happy now?, tema impecable a la hora de arrasar en los pabellones deportivos de cara a la próxima temporada.
En una faceta menos expansiva llegan las sombrías baladas al piano, Love is pain, o la ultrarromántica Only a lifetime, tan arrebatada en la parte melódica como un clásico de Elton John. The 90s idealiza aquella década aún sin móviles con efectos de voz ultraprocesada. Pero la mayor sorpresa llega con el arrebato de piano solo a la manera de Chopin que constituye Peaches etude, un paréntesis instrumental de dos minutos en mitad del álbum con el que Finneas parece demostrarnos que sale airoso de cualquier reto. También el de la música clásica.
Es un esfuerzo algo desconcertante, sobre si se acentúa con la guasa electropop de Around my neck. De ahí que este Optimist sea un título muy atinado para describir a un autor impetuoso en esta gran eclosión de juventud. Son tantos los ingredientes que la obra, en una visión global, queda algo deslabazada. Pero como tarjeta de presentación se antoja insuperable: denle a este muchacho un punto de apoyo, da igual en qué campo estilístico, que él se encargará de mover el mundo. Y las listas de éxitos.