No llega ya a desconcertar el devenir en la trayectoria de Guadi Galego, pero su alejamiento de las formas tradicionales, apuntalado a lo largo del último lustro largo, se ha vuelto definitivamente sideral. La de Cedeira podrá presumir siempre de haber ejercido como voz y eje escénico central de Berrogüetto durante tres discos inolvidables, pero todos aquellos aprendizajes desde 1999 a 2007 quedan ya pulverizados con esta entrega de puro pop electrónico, y una evolución interesantísima que ya no debería pillar a nadie con el pie cambiado.

Alguno echará de menos a aquella folclorista, y es bien legítimo, porque su trabajo en ese ámbito ha sido fabuloso: a la banda que compartía con luminarias como Anxo Pintos, Quico Comesaña o su hermano, Santi Cribeiro, hay que añadirle el dúo Espido (junto a otro berro, Guillerme Fernández) o aCadaCanto. Pero las diez composiciones de Costuras no incluyen ni una sola nota de instrumento tradicional y no demasiadas de guitarras acústicas. El resto son eléctricas, sintetizadores y sutiles programaciones electrónicas, el ingrediente más característico en la producción de Olivera Estudi. El cancionero roza incluso a veces las fronteras del trip hop, lo que implica que a Guadi ya se le quedaba corto el muy elegante barniz indie que su anterior director de grabaciones, el jiennense Alis, había imprimido en álbumes como Lúas de Outubro e Agosto y O mundo está parado. Cuanto más asentada y cualificada, Galego vuelve a incrementar la cota de valentía. Y no, esa no es la fórmula más comúnmente establecida. 

El aliento del folclor, con todo, asoma de manera tímida con Zocos o en ese dúo espléndido con la catalana Paula Grande para O que ha chegar, único corte de compás algo más acelerado. Quizá sea ese persistente anclaje en los medios tiempos, algo muy propio para pinchar en los clubes, el único elemento del que los adscritos a esta nueva Guadi podrán discrepar. Pero la elegancia y tersura de Cólico, Velutinas o Costura andan ya por las nubes, por mucho que ninguno de estos tres títulos suene nominalmente muy atractivo. Los hijos de Guadi y Carlos Abal, a quien conoció como fotógrafo y que hoy ejerce de guitarrista, coautor y brazo derecho profesional, canturrean con mucha gracia en Só con amor y Canción popular, quizá el mayor hallazgo de un disco ya grande de por sí.