A principios de la década de los ochenta era tan obligado haberse vuelto loco con In the court of the Crimson King (1969), el álbum de debut en el prodigioso reino de Robert Fripp, como desconfiar de un regreso en el momento más inesperado. Habían transcurrido siete años desde que el Rey Escarlata se esfumara con Red, y esta segunda etapa aún conocería dos prolongaciones, el fantástico Beat (1982) y el no tan pletórico Three of a perfect pair (1984). Pero cualquier recelo saltó por los aires desde el primer compás de la primera canción, ese Elephant talk fabulosamente metálico y salvaje, preámbulo de un álbum que algunos habremos escuchado en un centenar largo de ocasiones.
Robert Fripp puede ser un tipo antipático, desabrido, ingobernable y hasta pesetero, pero el siglo XX dio muy pocos guitarristas tan innovadores, intelectuales y deslumbrantes como él. La idea de introducir en la banda a otro guitarrista de altas prestaciones, Adrian Belew, parecía presagiar un cortocircuito de egolatrías, pero las dos fierecillas acabaron rivalizando sobre cuál de ellos iba a volarnos antes la cabeza.
Porque existen pocos discos en la historia del rock que suenen tan bien, a un tiempo limpios y avasalladores; y menos aún que apetezca escuchar bordeando el límite de resistencia de nuestros tímpanos. Y todo gracias a aquella conjunción única, a una hipérbole del talento. Tony Levin, bajista con su implacable stick, además cantaba como un David Byrne aún más demente que el Byrne histriónico. Y Bill Bruford, el único que provenía de la alineación de los setenta, es el mejor batería que ha conocido el rock progresivo y una parte significativa del jazz contemporáneo.
La espasmódica Thela hun ginjeet y la lírica Matte kudasai son clásicos perennes de los Crimson con voz; The sheltering sky es ambient de altos vuelos y a la salud de Paul Bowles. Pero jamás pierdas de vista los alaridos finales de guitarra en Indiscipline: son, de lo mejor que le podría suceder a tus oídos en cualquier momento, salvo que los tuyos no acepten vértigo y sobresaltos.
Estimados todos: yo no puedo estar de acuerdo, la obra de KC que no es de los 70´s es “otra cosa diferente”, por alguna razón que se me escapa es como si oyese otro grupo distinto y ya sabéis de la subjetividad de la música y de las sensaciones que te trasmite, tanto que a partir del “Red” me dice mucho menos cuando la escucho.
Gracias por tu aportación, Nacho. Esa subjetividad es inherente a la música y parte sustancial de su magia 🙂
Obra de arte !!!!!
Otro discazo imprescindible. Unos Crimson que celebran 50 años de existencia y cómo bien dices, Fernando tras años después de Red, una vuelta espectacular. Para quienes tuvimos la suerte de verles en el 74 o 75 en el Alcalá-Palace de la calle Alcalá en su gira de Lark´s Tongues in Aspic en un mítico live, otro gran acontecimiento que nos voló la cabeza con 4 musicazos dándolo todo en aquellos primeros ochenta, y ese concierto como teloneros, de Roxy Music ! poco después. Sin duda, además de los mencionados álbums (In the court, Red, Lark´s tongues…), junto con Islands, por la que siento una debilidad y veneración especial páginas de oro del rock progresivo, y de la música en general para un servidor, de una de las bandas mas creativas, fascinantes y versátiles de este último medio siglo. Notas mayores para los conciertos con la nueva banda con esos 3 baterías de front men y brutal la versión de Indiscipline, demostrando lo que aquí se ha dicho.
Qué buen testimonio. Mil gracias por escribir, Carlos