Si en las cajas de cedés hubiera indicadores de intensidad, como con las cápsulas del café, el primer álbum de Nathaniel Rateliff con sus Sudores Nocturnos, su homónimo debut de 2015, habría obtenido un 8; al apesadumbrado Tearing at the seams (2018)le adjudicaríamos un 6 y a este The future deberíamos subirle la calificación hasta el 9. Basta escuchar el tema titular, que además abre la colección, para comprender que nuestro orondo, hirsuto y pelirrojo apóstol del soul con raíces se ha puesto esta vez muy serio a la hora de destapar las mejores esencias clásicas. The future, la canción, suena al Dylan de los tiempos del Rolling Thunder, a una noche con los poros bien abiertos para eliminar toxinas a chorros. Y es, claro, una noticia magnífica.
Confluyen en Rateliff el espíritu del trovador que fue y sigue siendo con el pálpito de quien se siente más negro que blanco, ha fichado por la eternamente prestigiosa escudería Stax y quiere disputarle a Durand Jones & The Indications el título de mejor álbum de soul de este 2021. La disyuntiva es endiablada, un papá o mamá irresoluble. Pero a este nativo de Colorado que se crio en Misuri se le notan las enseñanzas del Medio Oeste (Survivor) al tiempo que conserva su amor por los grandes bardos. Porque no es casual, no puede serlo, que haya escogido para este elepé el mismo título que uno de los álbumes de su adorado Leonard Cohen, uno de esos ídolos adolescentes al que ya guardamos fidelidad de por vida.
Nathaniel consigue mantener los estándares de ardor, furia y arrebato en la garganta incluso cuando llegan los tiempos medios o más sosegados (Something ain’t right, Face down in the moment), episodios en los que se ralentiza el metrónomo pero no el fuego de unos metales solo concebibles desde el amor profundo hacia Van Morrison. El influjo no puede ser más evidente, casi flagrante, en el caso de la adorable Love me when I’m gone, incluso en la manera de romper la voz y aproximarla al aullido.
Puede que sea imposible superar ese listón cuando damos la vuelta al vinilo y encaramos la cara B. Pero The future es una entrega afortunada y suculenta hasta el último minuto, con Love don’t y su apariencia de clasicazo de la Motown. O con el aire más campestre y acústico de Baby I got your number, muy en la línea de Bill Withers. Con referentes así, solo podíamos encontrarnos con un prodigio entre las manos.