En tiempos de inseguridades y zozobras, un disco de Rodrigo Leão es como llegar a casa en el tablero de un juego de mesa. La música del compositor portugués sigue sirviéndonos (y ahora más, dadas las circunstancias) como un abrazo reponedor. Nos proporciona abrigo, cobijo; una sensación de familiaridad que no es incompatible con la capacidad de reinvención. Superado el cuarto de siglo (creámonoslo, aunque cueste) de actividad solista; perdido casi en la memoria el periodo tierno, inocente y delicioso en que ejerció como coprotagonista en la aventura iniciática de Madredeus (sí, sí, también nos acordamos de Sétima Legião, pero la trascendencia no era la misma), Rodrigo vuelve a ponerse el contador a cero y se propone reinventar su escritura desde los principios de la simple elegancia. Incluso la candidez. O método es un ejercicio de contención, un álbum en el que abundan más las emociones que las notas. No hay filigranas ni barroquismos, no existe la menor intención de abrumar al oyente con partituras contorsionistas. Esa búsqueda de la esencia la representa mejor que ningún otro corte el encantador A bailarina, casi una canción para juegos infantiles tarareada por una niñita que no es sino la hija del firmante. Es todo un indicio de lo que encontramos en O método, una colección de piezas breves y sencillas, pero que se agrandan a cada escucha, y que hacen buena la intención confesa de Leão antes de ponerse a escribir: ofrecer aquí más preguntas que respuestas, dejar un amplio margen a la imaginación y la evocación en lugar de sumergirnos en un apabullante universo sonoro. Por eso hay menos cuerdas que de costumbre, pero a cambio juega un papel iniciático (y seguramente nostálgico) el coro juvenil de 20 efectivos que emerge aquí y allá. Por eso las melodías son puertas abiertas, o incluso se desvanecen en ese Parte 1 final, ya casi ambient. Y por eso los aliados en las incursiones vocales refrendan que nadie tiene tanto gusto como Rodrigo a la hora de escoger colaboradores. Después de compartir un álbum íntegro con Scott Matthew (el maravilloso Life is long, de 2017), la voz invitada aquí es la de Casper Clausen, el líder de los daneses Efterklang, para ese prodigio titulado The boy inside. En la generosidad con los invitados (también juega un papel de relevancia el italiano Federico Albanese) y en la insólita ambivalencia entre instrumentales más o menos minimalistas y fabulosas piezas cantadas es en lo que nuestro viejo amigo lisboeta vuelve a marcar la diferencia. Gracias por volver a proporcionarnos refugio de nuevo.
Gracias, una vez más.