El talento de Rostam Batmanglij era demasiado boyante e inabarcable como para desarrollarse de manera constreñida en el seno de Vampire Weekend, una banda que le tendrá que estar eternamente agradecida por sus hallazgos, sobre todo, en aquel icónico álbum de debut de 2008. La emancipación era inevitable, se produjo de manera amistosa y civilizada y nos ha acabado reportando alegrías por partida doble. Ezra Koenig, seguramente espoleado por las circunstancias, se reencontró en Father of the bride (2019) con lo mejor de su escritura, mientras que Rostam se confirma en este segundo elepé por cuenta propia (sin contar el soberbio I had a dream that you were mine, firmado a medias con Hamilton Leithauser en 2016) como un geniecillo identificable y singularísimo, dueño de un universo etéreo y cautivador en el que hemos de adentrarnos sin apenas referencias previas. Porque nadie suena parecido, ni de lejos, a este hijo de iraníes nacido en Washington, un hombre que aúna aquí las condiciones de compositor, productor, cantante y multiinstrumentista. Que no está nada mal.

 

Rostam es dueño de una voz fina, frágil y evocadora, no muy alejada de la de su amigo Koenig, pero el envoltorio musical que le procura aquí es peculiarísimo. Prescinde casi siempre de batería y a menudo de bajo, recurre a teclados sedosos y antiguos, a tímidas cajas de ritmos y a un piano tan frágil que parece siempre a punto de desafinarse. Y, sobre todo, erige en principal instrumento solista al saxo barítono, una elección extremadamente inusual que aporta un aire de tenue jazz y r’n’b a lo que de otra manera sería un álbum de dream pop. O algo parecido, porque, insistimos, Batmanglij define aquí un universo sin parangón, un mérito ya en sí mismo enorme.

 

No es Changephobia un trabajo de difícil acceso, más allá de que su propio título advierte sobre el desasosiego que tan a menudo sentimos cuando la vida nos zarandea y expulsa de nuestras zonas de confort. En realidad, su escritura parte de un pop rutilante, muy seductor en primera instancia y contagioso en escuchas sucesivas, pero el envoltorio instrumental hace que las canciones leviten más que asentársenos sobre el suelo. Es, digámoslo así, un trabajo evocador por la vía de la ensoñación. Fijémonos en Starlight, que podría ser una balada canónica y apoteósica, incluso en clave jazzística, y que en cambio se nos queda suspendida en una franja sónica mucho menos evidente.

 

Hay introspección, anhelos (Unfold you), coches (From the back of a cab) o huidas en un trabajo para renovar nuestro asombro hacia la figura del firmante. Rostam siempre sorprendió por su lucidez y valentía, la de un gay de origen musulmán que nunca ha querido ocultarse ni dar un solo paso atrás. Cualquier otro habría sentido vértigo al entregar una obra como Changephobia. En su caso, era casi una cuestión de principios.

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