Algunas voces ya se han atrevido a pronosticar que los valencianos Santero y Los Muchachos pueden acabar reeditando en nuestros escenarios el fenómeno reciente de La M.O.D.A.: una banda joven, rabiosamente fresca y con desparpajo, empática y capaz de acariciar fibras temáticas sensibles, que nace desde la independencia más rabiosa y va creciendo con la onda expansiva del boca a boca y el clic a clic. En ambos casos cotiza el músculo de un directo contagioso que hace justicia al fonograma y a un repertorio particularmente solvente. Porque Rioflorido, segunda entrega de los hermanos Miguel Ángel y Joseman Escrivá, es un disco rotundo de veras, que no necesita grandes estridencias ni apocalípticos estruendos eléctricos para resultar convincente, inmediato, pegadizo y roquero con todas las de la ley. Las muy buenas letras de un sentimental como Miguel Ángel, amigo de las confesiones nunca relamidas, adquieren cuerpo en un repertorio con chispa de country-rock y frontera, con la fantasía polvorienta de dobros y contrabajos y el aval de unas armonías vocales de raigambre clásica: varios discos de Nitty Gritty Dirt Band, Flying Burrito Brothers o Poco quizá anduvieran por las estanterías familiares de los Escrivá. El caso es que aquí hay poso y pasión, sencillez minuciosa, influencias plurales y cruces de caminos, el anhelo evidente de que piezas como Estamos bien o Mañana asesina sean coreadas al unísono por salas de aforos en crecimiento. Pero hay otra pareja sucesiva de cortes la que integran Algo más y Como todos, más sosegadas y sustanciales que nos hacen pensar en SyLM como una de esas grandes bandas que el rock plural e inteligente estaba pidiendo a gritos.