En el continente europeo no siempre somos del todo conscientes del ascendente de que Sheryl Suzanne Crow goza por las tierras de su Estados Unidos natal. La misma existencia de un documental tan ambicioso como Sheryl, preparado con minuciosidad y a conciencia desde Showtime pero sin apenas repercusión a este otro lado del océano, refleja la fascinación por una artista que seguramente encarna, como solo Joni Mitchell o Stevie Nicks podrían hacer, el ideal de una mujer que jamás se achantó en el entorno de una industria abrumadoramente masculina y machista, y que tiró de cuajo y, sobre todo, talento abrumador, para sobresalir frente a cualquier traba o circunstancia.

 

La elaboración de una biografía documental tan pormenorizada ponía en bandeja la elaboración de esta antología discográfica, que comprende 35 generosos cortes pero llega bastante más allá que el consabido volumen amplio de grandes éxitos. Existían ya un par de recopilatorios en torno a la figura de Crow, pero Sheryl sirve a la vez como introducción al personaje para los más neófitos y como constatación de su carácter poliédrico ante los oídos del público más especializado.

 

Hay abundancia de rarezas, tomas en vivo, dúos, colaboraciones y demás delicatessen al margen de la discografía oficial en estas dos horas y media largas de buenísima música, desde la más familiar en las cadenas de clásicos (cómo resistirse a escuchar una vez más All I wanna do, My favorite mistake, If it makes you happy o la multivitamínica Soak up the sun, tan excelentes como exitosas) a la exigente para los rastreadores de influencias genuinas. Ahí, en este segundo apartado, hemos de quedarnos con excelencias como el mano a mano con un Johnny Cash estremecedor, Redemption day, la fiesta con otras féminas de calado (Sarah McLachlan en The difficult kind; la indispensable y ya mencionada Stevie Nicks con Prove you wrong) y los encuentros con la más alta aristocracia del rock internacional: Keith Richards es –como lo oyen– partícipe de The worst, mientras que la versión de Beware of darkness, aquel primor de George Harrison, se comparte con Brandi Carlile, Sting y Eric Clapton. Un dream team.

 

El documental permite conocer a la Sheryl más confesional, la que afronta sus primeros vértigos frente a la fama y, sobre todo, la que combate el cáncer a brazo partido. Y Sheryl, este delicioso complemento fonográfico, permite enriquecer nuestro conocimiento de la artista y disponer de los tres temas inéditos que presenta aquí, a modo de celebración. Siempre nos ha costado verbalizarlo, pero la artistaza de Misuri seguramente sea el personaje femenino más equivalente a lo que representó, y seguirá representando, nuestro añorado Tom Petty. Dicho queda.

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