Existe poco margen para la duda, si es que queda alguno. Stevie Nicks es una de las artistas femeninas más importantes que nos deja la historia de la música moderna, y es ella la primera legitimada, evidentemente, para reivindicarse en esa condición. Este doble álbum en vivo certifica cada palabra que podamos pronunciar al respecto, con el mérito adicional de que documenta una gira durante la que nuestra protagonista celebraba su acceso a la condición de septuagenaria. Y no, no hay manera de advertir el más leve indicio de agotamiento en su voz, tan rugosa y abrasiva como se la conocemos desde el primer día en que, ya para siempre, entró en nuestras vidas.
Una obviedad previa. La figura excepcional de Nicks se cimenta a lo largo de los popularísimos cinco primeros álbumes enrolada en Fleetwood Mac (Fleetwood Mac, Rumours, Tusk, Mirage y, en menor medida, Tango in the night, entre 1975 y 1987), así como en sus dos excepcionales primeros álbumes en solitario, Bella donna (1981) y The wild heart (1983). Todo lo acontecido desde entonces es de estatura menor, frecuencia cada vez más exigua y distribución un tanto deslabazada, hasta el extremo de que para encontrar su más reciente trabajo en primera persona, In your dreams, hemos de remontarnos hasta 2011. Pero esta “Gira de los 24 quilates” se sustanciaba en las joyas ocultas y olvidadas que nuestra gran dama de Phoenix había ido acumulando a lo largo de las décadas. Y eso hace especialmente excitante el menú, puesto que los 17 cortes hacen menos escalas en los clásicos ineludibles (Gold dust woman, Rhiannon, Edge of seventeen, Gypsy, Stop draggin’ my heart around, el bellísimo cierre con Landslide) que en otros títulos, digamos, más rebuscados.
Incluso se certifica la primera interpretación en vivo de Crying in the night, que se remonta a aquel álbum a dúo de 1973 junto a Lindsey Buckingham (Buckingham Nicks) que sigue figurando obstinadamente en la nómina de discos descatalogados, pese a que fue el que propició el fichaje de ambos por parte de Mick Fleetwood, John McVie y compañía. En cambio, no hay ocasión esta vez de retomar Dreams o Sara, acaso las dos páginas más inequívocamente monumentales de su autora.
Disfrutemos, pues, del reto y adentrémonos en títulos menos evidentes. No en vano, la gira se abría con Gold and braid, una pieza soberbia de las sesiones de Bella donna que Nicks no llegó a incluir en el álbum (así son los excesos de producción durante los estados de gracia). Y aporta otras rarezas como Belle fleur, además de la maravillosa idea de integrar en una misma pieza Wild heart y Bella donna, los temas titulares de aquellos dos primeros elepés en solitario.
Y nos queda aún lo más importante de todo: The 24 karat gold tour suma realmente muchísimos quilates en lo relativo a su sonido, auténtica gloria bendita. Tan radiante, vívido e inmaculado que no sabemos si pensar en posibles maquillajes o retoques a posteriori. Quizá no sean necesarios, teniendo en cuenta que la dirección en escena corresponde a Waddy Wachtel, escudero habitual de James Taylor o Keith Richards, entre varias decenas de luminarias. Stevie Nicks exhibe aquí un brillo sencillamente rutilante, como si sus años como mujer de oro en polvo siguieran en plena vigencia. Y que nadie tema al cronómetro: los repasos sobre las tablas de Edge of seventeen y Gold dust woman se encaraman aquí en torno a los 10 minutos, pero son puro fuego.
Hola Fernando, el disco Buckingham Nicks ya no está descatalogado.
Enhorabuena por tu blog, descubro cosas nuevas y redescubro discos olvidados
Mil gracias por la información y el elogio. Aquí seguiremos, dándole a la tecla 🙂
Una maravilla. Aire fresco en tiempos de maacarillas.