The National han hecho el más adulto de sus discos para adultos, y es maravilloso que así suceda. Matt Berninger siempre nos pareció un hombre atenazado por la crisis de la mediana edad, un tormento que le ha estado rodeando la cabeza como una mala borrasca probablemente desde los más tiernos años de la adolescencia. Ahora, armado de argumentos, convierte las incertidumbres en poesía. Todo es intrigante en Two pages of Frankenstein, hasta una portada en la que el desasosiego se acrecienta ante la sensación, sin duda tan accidental como una pistola disparada, de que el crío protagonista se le da un aire al emérito en sus años de infante.
Nada le complace más a Berninger que erigir su murmullo de barítono como estilete para una causa existencial. En este sentido, la novena entrega ya de The National lleva la melancolía al extremo de un estado irrenunciable, y nada más elocuente y sintomático al respecto que abrir la entrega con el corte más estático (o extático), inmóvil y reconcentrado de los 11, ese Once upon a poolside para el que el amigo Sufjan Stevens también adopta disposición de mirada perdida.
Es el primero de los tres ilustrísimos invitados que los neoyorquinos convocan para la ocasión, pero resulta llamativo que ni él ni las dos mujeres que asoman por los créditos, nada menos que Taylor Swift y Phoebe Bridgers (esta, por dos veces), interfieran en ese tono sombrío, reconcentrado, meditabundo e introspectivo hasta el abismo que define el álbum. Es más, las tres únicas ocasiones en que el espíritu se aviva un poco, New Order t-shirt, Tropic morning news y Grease your hair, corren a cargo de Matt y los hermanos Dessner y Devendorf, sin injerencias ajenas. Un día bueno lo tiene cualquiera, pero en el cuartel general de Nueva Jersey representa un acontecimiento de primera magnitud.
No debemos subestimar el hecho de que First two pages… suponga la primera incursión de los National en las peceras de grabación desde que Aaron Dessner ascendiera al olimpo de los productores paradigmáticos como máximo artífice de aquel doblete prodigioso de Taylor Swift en 2020, folklore y evermore, coincidiendo justo con lo más tenebroso de la pandemia. Aquel ambiente de hojarasca otoñal experimenta aquí y ahora un proceso de transfusión. Vale que estos tres cuartos de hora no representen una experiencia palpitante; pero, en estos momentos en que la música tiende a escucharse de 30 en 30 segundos, una dosis elevada de ensimismamiento equivale a una bendición.
“The National. Amén”, irrumpió alguien por wasap pocas jornadas atrás. “Buah” se erigió en la única respuesta posible. No queda otra que economizar la expresión cuando pretendemos (en vano) encapsular tanto sentimiento. Las aportaciones femeninas que jalonaban el adorable I am easy to find (2019) permitían al quinteto un cierto margen para la digresión. Pero el modelo femenino es ahora el de Mary Shelley. Pocas alegrías. Muchísima sustancia.