Solo habían transcurrido cuatro años desde Closing time (1972), un debut hermosísimo en el que Thomas Alan Waits aún cantaba de manera razonablemente armoniosa. A la altura de este cuarto álbum, la garganta del genio de Pomona ya parecía acumular tanto alquitrán como toda la red de carreteras secundarias del oeste estadounidense. En realidad, Waits había cimentado su leyenda como forajido de la canción desde el primer día, siempre propenso a la oscuridad y la desolación, a la temática devastada, a la negra noche como epicentro de todas las operaciones. Pero aquí no solo había referencias al corazón de las noches de sábado, título del segundo álbum, sino que el escenario se empapaba de alcohol, nicotina y derrota, de amores imposibles y hasta sucedáneos muy relativos. ¿No era una muñeca hinchable lo que asomaba en el segundo plano de la portada, mientras Tom, mirada perdida hacia el suelo, se mesaba la melena?

 

Ni siquiera era necesario que el bardo, abonado ya al malditismo, se retratase con la petaca entre las manos. En un giro argumental entre risible y estremecedor, intentaba en vano eludir responsabilidades traspasándole las adicciones… ¡al piano! (The piano has been drinking… Not me). Era imposible pasar por alto aquella pieza maestra, pero el californiano merecería amor eterno e infinito aunque solo fuera por Tom Traubert’s blues, la canción de apertura y una de las obras más estremecedoras de toda la década. Waits parte como inspiración en el estribillo de Walting Matilda, una canción tradicional australiana muy juguetona y pizpireta, pero él la convierte en sombría, en dolorosa. Y a partir de ahí se inspira en la vida de un amigo suyo de los bajos fondos que acaba sus días en la cárcel, pensando en todos los sueños de su vida que no pudo cumplir. Tal vez no escuchemos canción más triste en una larga temporada; puede que tampoco tan hermosa.

 

El aire taciturno se extiende, en cualquier caso, por todo el minutaje. Waits ejerce la apología de las altas horas, cita As time goes by para abrir y cerrar la impresionante Bad liver & a broken heart (otra apoteosis de la desolación; voz y piano, para qué más) y hasta recuerda con su ronquera y su vocación eminentemente jazzística a Louis Armstrong, sobre todo en I wish I was in New Orleans. Los recitados devastadores (The one that got away, Small change) y las baladas abrumadoras (Invitation to the blues, I can’t wait to get off work) completan un menú áspero, oscuro, esencial. Y absolutamente eterno.

2 Replies to “Tom Waits: “Small change” (1976)”

  1. Otro salto adelante en la trayectoria del californiano. Se acerca a un nuevo ciclo como cronista de las zonas oscuras de la Gran ciudad. Es un disco de alta graduación muy cerca del filo de la navaja.

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