Algunos discos hay –no demasiados– en la discografía de Van Morrison mejores que este. Ninguno con fecha posterior, cuidado, y ya son 22 añitos los que contemplan a esta rutilante obra de madurez. Y aunque las debilidades de cada cual vayan por libre, me resulta difícil imaginar una obra tan adorable como esta, asociada para siempre a otro 3 de abril y alumbrada durante un año, 1997, particularmente hermoso. Tanto como para recordar, con esa nitidez de lo vivido sin perdernos ni un resquicio de realidad, la noche de febrero de 1997 en La Riviera madrileña en la que descubrí casi todo el repertorio del nuevo álbum, semanas antes de que viera la luz. Aquel día volví a casa canturreando Rough God goes riding, The healing game o Fire in the belly, aunque no las hubiese escuchado nunca hasta entonces. La velada acabó mal, por cierto: en los bises consideró el amigo George Ivan que el público no guardaba el silencio debido y abandonó el escenario entre aspavientos y sin más explicaciones. Pero hasta entonces había acontecido un concierto fabuloso, avalado por la mejor banda de la que Van The Man haya dispuesto nunca (con la probable excepción de aquella Caledonia Soul Orchestra): sus escuderos eran, pásmense, Georgie Fame, Pee Wee Ellis o la característica segunda voz aguda de Brian Kennedy. Los 10 temas de la entrega original se extienden ahora a 44, muchos de ellos inéditos; en particular, la maravillosa hora y media de concierto en Montreux (19 de julio de 1997), una comparecencia objeto de grabaciones piratas y ahora dignificada como una de las mejores entregas en directo del norirlandés, solo por detrás del insuperable It’s too late to stop now. Hay nuevos temas nunca escuchados (Didn’t he ramble), una larga sesión junto a Carl Perkins que había trascendido y ese aire de lúcido estajanovismo al que el viejo Van nos tiene acostumbrados. Son tres cedés, tres, repletos de música hasta el último surco. Propicios para la adicción. Y para declararle al geñudo hombre del sombrero nuestro amor inextinguible y renovado ahora, una vez más, con esta preciada pieza de coleccionista.
Alabo la iniciativa que has tomado con éste blog y esa inicitaiva de comentar aquellos álbums que mas te han marcado. En mi caso, tras mas de 15 años de radio y prensa musical, a las que me asomo esporadicamente, pués a partir de un momento no me daban ni para comer, decidí hacerlo de manera absolutamente vocacional, decidí publicar (mediante RR SS y alguna radio online) lo que llamé “1.001 discos para una vida”, en donde hay cabida desde música antigua hasta musica electrónica.
Durante al menos un par de décadas, fuí fiel seguidor del León de Belfast. Y digo fuí, porque de alguna manera he perdido el interés por lo repetitivo de sus propuestas, y una cierta desgana al escuchar sus últimas grabaciones. Coincido plenamente en que “The Healing Game” es su último gran disco. También estuve en ese concierto que mencionas en La Riviera, y antes le pude ver en Montreaux, y en el Conde Duque, en Madrid, el 2 de julio de 1992, el día que enterraron en San Fernando al gran Camarón de la Isla. también le vi en otro legendario concierto en el Rockodromo junto a los Chieftains. De todos ellos destaco el del Conde Duque, con un bandón impresionante (fué durante la gira y con la misma banda en la que se recogió en el otro gran álbum doble en directo “A Night in San Francisco”)
Aparte de sus míticos “Astral Weeks” -una verdadera obra maestra que no puede faltar en ninguna discoteca que se precie- o “Tupelo Honey”, en mi oponión hay grandes, grandes álbums, también en mi caso con una gran fuerza emocional, vivencial, como son “Moondance” o “His Band And The Street Choir “, y ya en los ochenta “Common One”, en la que da un giro inspirado hacia el jazz de gran sensibilidad y talento creativo, y discazos como “No Guru, No Method, No Teacher ” o “Poetic Champions Compose” . Sin olvidar otros 2 grandes que me siguen fascinando como son “Avalon Sunset” y sobre todo esa maravilla que es “Hymns to the Silence”. Quizas además de el disco que posteas, “Days like These”, de mediados de los noventa, también me gusta bastante.
Cómo verás, mi devoción por Van the Man viene de lejos (a pesar de todo sigo pillando los discos que saca años tras año) y sigo reconociéndole como uno de los mas grandes compositores de canciones de todos los tiempos, Pero, estimado Fernando, ya sabes aquello de lo difícil que es en esta industria que un grande aguante haciendo grandes discos mas de una década. Van lo ha estado haciendo al menos durante 3 !, lo cual supera con creces a carrerones de artistas que por diferentes motivos no han aguantado tanto.
Supongo que esta iniciativa tuya tiene mucho de entretenimiento, y también de cierto afán de divulgar aquellos álbums por los que sientes preferencia, y que seguro coincidamos en la mayoría de ellos. Te seguiré cuando pueda, y aquí me tendrás uando pueda aportando o haciendo algún comentario, que espero enriquezca y dé espelendor a tus selecciones.
Ah, y muchas gracias por decubrir esta edición de lujo de 3 cds, que buscaré, me agenciaré y escucharé sin falta. Un cordial saludo de melómano empedernido.
Es una absoluta maravilla de pe a pá!