Víctor Manuel San José se merecía esto… y bastante más. Y lo decimos con todas las connotaciones, la de la cortés fórmula de alabanza y también desde la literalidad. La vida en canciones encierra un preciosa caja de tres cedés –59 canciones, tres horas y media de disfrute– para celebrar el 75 aniversario de su firmante y los 55 años que acumula, y los que le quedan, encaramado a unos escenarios que nunca anheló y siempre acabaron abrazándolo. Pero nada hace indicar que nos encontremos ante la antología definitiva e irrefutable que cabe esperar aún en torno a una obra tan fértil, prolija y ramificada como la del asturiano. Sobre todo, por dos motivos. En primer lugar, porque el lanzamiento de Sony aprovecha el grueso de la producción de Víctor, por cantidad, calidad y trascendencia, pero obvia sus 10 años iniciales de trayectoria, los del sello Philips, a falta de un acuerdo entre compañías discográficas que permita una panorámica completa. Y en segundo término, porque La vida… se queda algo escasa en el apartado de rarezas, grabaciones insólitas, casi desconocidas o difíciles de encontrar que convierten estas cajas en objetos de deseo entre los coleccionistas más ávidos e insaciables. Así que, en ese sentido, también queda margen de mejora para un recopilatorio definitivo dentro de algunos años: imaginemos que para conmemorar la onomástica número 80.
El tercero de los discos, el que hace las veces de señuelo para curiosos impenitentes, aporta en realidad muchas grabaciones en directo que son sobradamente conocidas (las del celebérrimo Mucho más que dos o las no menos famosas giras junto a Serrat y Miguel Ríos), y solo rebusca en los archivos con Solo penso a te, la versión en italiano de Solo pienso el ti, que el mismísimo Víctor Manuel había olvidado y no tenía en su discoteca personal hasta hace solo unos meses. Las tres grabaciones conmemorativas ad hoc son desiguales. Todo funciona como podríamos suponer de antemano en ese Quiero abrazarte tanto junto a Rozalén, una artista que parece instalada en un feliz y espontáneo estado de gracia. Pero es más extraña la colaboración con Dani Martín en torno a la escalofriante La madre, desvirtuada por la producción de un Paco Loco que quiere emular a Rick Rubin pero se pierde en el camino. Hablamos de la “canción más hijoputa que se ha escrito en España”, en memorable definición (laudatoria) de Joaquín Sabina, pero el resultado aquí es etéreo, desvaído y más bien abotargado, sensaciones que no casan bien con una historia tan estremecedora y un desarrollo tan emocionante y memorable. En cuanto a la versión colectiva de Solo pienso en ti, para la que se alternan Amaral, Andrés Suárez, Iván Ferreiro, Drexler, Santi Balmés, Sidonie y, nuevamente, Rozalén y Dani Martín, el resultado es el habitual en estos casos: un batiburrillo voluntarioso.
Todo ello no empaña ni el merecimiento del homenaje ni la grandeza del homenajeado, hombre discreto y tímido, ¡a estas alturas!, que atesora cerca de 450 canciones originales sobre sus hombros y que aún a día de hoy sigue encontrando energías y motivaciones para seducir a las musas, como ya demostró con el excelente Casi nada está en su sitio, el disco de 2018 que por ahora aglutina sus más recientes páginas conocidas. Repasar los 40 temas quintaesenciales que integran los discos 1 y 2 no solo es un placer, sino casi una obligación para comprender qué ha sucedido en la canción de autor de este país a lo largo del último medio siglo. El de Mieres opta por una ordenación no cronológica, quizá por acentuar el interés y la curiosidad y eludir un repaso más predecible. Abarca todas las épocas y no elude algunas de esas joyas semienterradas que, como Mi patria no es la misma o la colosal Para que te quieran y que tú sepas…, aún distan de la difusión que sin duda merecen. En realidad, eso mismo podemos decir, en términos globales, del propio San José, el único a la altura de Sabina y de Aute en el parnaso de nuestros más preclaros e inmortales trovadores.