Han transcurrido ya seis años desde el anuncio de separación definitiva para Berrogüetto, una circunstancia traumática para muchos amantes de la música gallega, pero a Xabier Díaz le ha cundido el tiempo más que a ningún otro de los integrantes del septeto nacido en Vigo. Amante fervoroso de la tradición oral y conocedor de docenas de informantes rurales y probablemente miles de coplas terruñeras, Díaz ha desarrollado su talento en múltiples frentes, pero este proyecto en primera persona junto a Adufeiras de Salitre le ha servido como horma para el zapato.
As catedrais silenciadas (título precioso, portada bellísima, presentación impoluta) supone ya la tercera entrega de esta aventura junto a un coro de pandereteirasy el acompañamiento instrumental escueto de zanfonas, violines y acordeones. La arquitectura –y nunca más al caso, con catedrales de por medio– es sutil, elegante y firmemente arraigada, pero con tanta altura como para que elevemos la mirada y nos maravillemos con el espectáculo. Canciones creadas por el pueblo, sin autor nominal, confiadas de padres a hijos y depositadas finalmente en oídos sabios y ávidos, los de Xabier. El coruñés y sus Adufeiras acaban aquí por convertirse en valor seguro. Se han vuelto familiares: quizá sorprendan menos que la primera vez que formularon su alianza, pero se agradecen como el abrazo que brinda cobijo (y del que tan necesitados andamos estos días). No salón das cereixas, la primera pieza que se nos confió, es un canto de vida, un estallido de colectividad, el amor por el baile y el corro. Pero se trata de una sensación que se repite en otros muchos momentos, ya sean muiñeiras, agarrados o esa delicia, Unha, dúas, tres e catro, que se prende en la memoria desde la primera escucha, acaso ya para siempre.
Díaz siempre fue un vocalista excelente, privilegiado, y en esta ocasión ha querido mostrar una contención evidente, incluso llamativa. Suponemos que es su manera de privilegiar el repertorio, la esencia, frente al alarde personal. Quizá podría haberse adornado un poco más, pero el resultado, en cualquiera de los casos, vuelve a ser un ejemplo de amor por los ancestros y vigencia modernísima de enseñanzas fechadas muchas décadas, centurias, atrás.